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  • Foto del escritorJorge García García

¿Por qué somos tan machistas?

¿Por qué obviamos los éxitos de nuestras deportistas? ¿Por qué las relegamos a un segundo plano —o a un tercero— a partir del día después de su éxito? ¿Por qué las mujeres deportistas no ocupan el espacio que se merecen en los medios de comunicación? ¿Por qué, salvo casos anecdóticos, las féminas no tienen posibilidades de ocupar puestos de relevancia en su especialidad? Acaso, en la actualidad, no han conseguido mayores logros deportivos que los hombres. Acaso, y a pesar de representar tan solo la quinta parte del total de los deportistas españoles, no han sido capaces de conseguir muchas más medallas olímpicas que los hombres.

Pero sobre todo, ¿por qué las mujeres no tienen esa presencia constante en prensa y televisión que tienen los hombres, si han conseguido elevar la bandera de España —esa que tanto nos gusta colocar en los balcones— en cientos de competiciones internacionales?

Por favor, explíquenme que tienen que hacer Ona Carbonell, Gisela Pulido, Queralt Castellet, Fátima Gálvez o María Luengas para que su preparación, sus historias de esfuerzo y sus logros —casi siempre representando a la rojigualda— no queden en el olvido; no sean puntuales.

¿Cuántas veces hemos visto el gol de Iniesta? ¿Cuántas veces hemos visto a Nadal morder las copas que gana? ¿Cuántas veces hemos leído o escuchado que Madrid y Barça jugaban el partido del siglo?

Ahora, háganse las siguientes cuestiones y visualícenlas. ¿Cuándo hay noticias de los mundiales y europeos conquistados por las selecciones femeninas de hockey sobre patines, rugby, baloncesto, waterpolo o balonmano? ¿Cuándo hemos podido disfrutar de su juego y de sus logros en directo, en canales importantes de televisión? ¿Cuándo, con sus victorias, han ocupado más líneas o minutos que cualquier anécdota del deporte masculino —llámese peinado de Neymar, llámese tatuaje de Ramos o llámese tweet de Piqué—?

Ya se lo digo yo, nunca. Ni tan siquiera durante los Juegos Olímpicos. Y eso que aquel fue el momento clave en el que se demostró que las mujeres españolas —con un 48% de representantes— estaban muy por encima de sus compañeros masculinos. En Rio 2016, por ejemplo, ellas —con Eva Calvo, Marina Alabau o Teresa Perales a la cabeza— no solo lograron más medallas, sino que consiguieron más oros y más platas que los hombres. Y eso, unido a los éxitos en deportes no olímpicos —con las gemelas Sánchez Alayeto, Laia Sanz o Ana Carrasco— es un claro ejemplo de machismo informativo.

Alguno de los lectores pensaran que no es para tanto, que su visibilidad en los medios de comunicación no es tan poco significativa. Pues sí, lo es. De ello se han encargado muchos investigadores. Recientemente, se han llevado a cabo varias tesis doctorales para cuantificar esa carencia de espacio de las deportistas españolas en los medios de comunicación. Y lo peor de todo, es que los datos que arrojan esos estudios tan importantes son todavía peores que las expectativas iniciales. En el mejor de los casos, y a pesar de todos los logros conseguidos para el deporte español, la presencia femenina es inferior al 10% de las noticias. Siendo, además, informaciones desvirtuadas de la propia cuestión deportiva, aludiendo a cuestiones de ropa, maquillaje o vida privada de las protagonistas.

Es verdad que los tiempos están cambiando, y también es verdad que por fin hemos visto a Lydia Valentín, Garbiñe Muguruza, Ruth Beitia, Mireia Belmonte o Carolina Marín ser portadas de los grandes rotativos; pero si de verdad queremos conseguir la igualdad efectiva en el deporte eso pasa por seguir informando sobre las deportistas y sus disciplinas a lo largo de todo el año, y no solo el día que obtienen presea.

Como va a saber un aficionado al deporte que Maialen Chourraut o Sandra Sánchez están preparando sus campeonatos del Mundo de piragüismo o karate si ni tan siquiera salen nombradas el día de su competición. Como va seguir un aficionado las ligas femeninas de waterpolo, balonmano o rugby, si ni tan siquiera se mencionan los horarios y las clasificaciones. Luego no podemos extrañarnos si tenemos figuras de renombre internacional como Jennifer Pareja, Eli Pinedo o Patricia García, y nuestros adolescentes no son capaces de reconocerlas.

Seguimos siendo un país y una sociedad machista. Y lo seguimos siendo por nuestros errores. Errores de la prensa, por no reflejar la realidad del deporte. Errores de la clase política, por no incentivar y apoyar más a las mujeres deportistas —incluida la reinserción—. Errores de las federaciones y las ligas, por otorgar mayores primas y cuotas económicas a los hombres —ellos, en muchos deportes, reciben cifras muy superiores a ellas—. Errores de los clubes, por no permitir que las mujeres tituladas ocupen cargos en su entidad. Errores, y de bulto, de los patrocinadores, por miedo a no obtener beneficios con las féminas —sigan el ejemplo de Perfumerías Avenida, por favor—. Errores de la sociedad, por no acudir en masa a las competiciones femeninas —vayan a los campos, olvídense de los tópicos, disfruten con deportistas de un nivel inimaginable. Verán como cambian su concepto—. Y, aunque cueste asumirlo, errores de las propias deportistas.

Yo sé que esta última afirmación es difícil de digerir; pero también hay culpa en ellas, en las propias deportistas. Si queréis crecer, si queréis igualdad, negaros a injusticias. Negaros a cobrar en negro, negaros a firmar contratos abusivos —clausula de embarazo—, negaros a competir sin una Ley del Deporte más igualitaria, negaros a pertenecer a federaciones que os ningunean; denunciarlo públicamente y negaros a seguir en un deporte que os discrimina. Pero negaros todas, por apoyo, por solidaridad. Esta claro que el manifiesto del 8-M no sirvió de nada, así que negaros a seguir en estas condiciones y será la única manera de acabar con el machismo deportivo.


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