Una de las peores cosas que tiene el deporte, es lo efímero de las victorias. Y lo es por la facilidad que se tiene para olvidar los logros, por muy difíciles que estos sean. De hecho, suele ser tan grande ese olvido que ni siquiera la siguiente generación recuerda los éxitos de sus predecesores.
En Salamanca, y en el fútbol sala, sucede prácticamente lo mismo. Ya nadie —o casi nadie— tiene en mente el momento en el que Pizarrales FS, con sus dos equipos —masculino y femenino—, logró la mayor hazaña que se haya realizado en nuestra ciudad.
Corrían los primeros años de la década de los noventa cuando los conjuntos de Pedro Calvillo —eterno forjador de jugadores— se alzaron con el campeonato de España en categoría absoluta. Un hito sin precedentes que dejó a los dos mejores clubes del país sin poder volver a levantar la ansiada copa.
Pero vayamos por partes, pues para llegar a ese título antes hubo que invertir mucho dinero y trabajo en un deporte prácticamente desconocido. El fútbol sala, que comenzó a rodar en España a partir de 1979, fue heredero del futbito, una modalidad jugada desde hacía una década por escolares. A nuestra ciudad llegó a principios de los años ochenta, cuando se comenzaron a disputar, paralelos a los nacionales, los primeros campeonatos en los barrios de San Isidro, San José, Vidal o Pizarrales. En este último, cobraron relevancia las figuras de los hermanos Calvillo. Siempre dispuestos a colaborar con el despegue del deporte de moda, se patearon el barrio en busca de jóvenes jugadores que quisieran formar parte de sus equipos masculinos y femeninos. Cuando lo consiguieron, hicieron lo propio con patrocinadores —Gimnasio Kata, Isotonic, Cafeteria Leyma, Parafernalia, Bar Claudio, Bar La Pradera…—. En muy poco tiempo, con Cachicha y Corruelo en la portería, consiguieron un conjunto bastante competente. Y en 1989, tras conquistar brillantemente la I Copa de Castilla y León, consiguieron su plaza para participar en la VIII edición de la Copa de España masculina. Aquel premio, que ya era más que suficiente para unos jóvenes que meses antes habían desgastado las suelas en las pistas de cemento de la Sindical, no fue nada en comparación con lo que se les vino encima poco después. En el mismo campeonato, celebrado a principios de 1990, también estaban los todopoderosos Interviú Lloyds, Marsanz Torrejón y Sala 10 Zaragoza —La Paloma—, pero ninguno de ellos pudo con aquel histórico conjunto de Pizarrales. Los de Calvillo, después de empatar a cuatro en la prorroga contra los maños, vencieron en los penaltis para que el pabellón de La Alamedilla se viniera abajo y para que las cámaras de TVE mostraran la euforia de los jugadores y aficionados salmantinos —si buscan en los archivos, a mí todavía se me puede ver subido a la red del fondo—.
Aquel partido fue épico y especial; y no solo para Salamanca sino también para el fútbol sala nacional. A partir de ese momento, se unificaron los distintos clubes y campeonatos que había en el país —RFEF y FEFS— y se creó la Liga Nacional de Fútbol Sala; quedando repartida en División de Honor y Primera División. En esta segunda categoría quedaron encuadrados los equipos charros de Pizarrales FS y Universidad de Salamanca, siendo estos últimos —ADUS— los grandes vencedores de esa primera edición. Después de ganar la liga, consiguieron el ascenso a la máxima categoría y se consolidaron en ella durante una década gracias a la fuerte inversión económica de Sol Fuerza.
Pizarrales, por su parte, siguió su línea de trabajo. Cantera, formación de jugadores y presupuestos limitados fueron su seña de identidad durante los años posteriores. Y esa carencia no impidió que en junio de 1992 consiguiera su segundo gran logro; cuando el equipo femenino, dirigido por Isidro y Tomás de Dios —hoy reconocido a nivel mundial—, se alzó con el campeonato de Castilla y León y se clasificó, eliminatoria tras eliminatoria —aún no existía la actual liga nacional—, para disputar la final de la IX Copa de España. Allí, en su feudo, le esperaba el Trocadero de Toledo —campeón de la primera copa de la LNFS—, pero eso no impidió que el inolvidable conjunto compuesto por Celia, Susana, Alicia, Gloria, Mar, Tere, Ana y Marta —todavía presente en los pabellones charros— consiguiera el título nacional y el doblete para la entidad de Pedro Calvillo.
Ese equipo, que fue ejemplo para muchas jugadoras, siguió disputando competiciones y ganando campeonatos regionales durante una década, hasta que llegó la crisis del fútbol sala salmantino con la desaparición del Sol Fuerza —heredero del ADUS— y el descenso del equipo sénior masculino de Pizarrales.
Aunque antes de que llegara ese fatídico día, el futsal charro ya había gozado de grandes tardes en La Alamedilla. Después de los dos mencionados campeonatos nacionales de Pizarrales, Sol Fuerza creó un gran equipo que venció de forma heroica a Caja Segovia, Caja Toledo, Interviú y Elpozo de Murcia para pelear tres años consecutivos por el título de liga de División de Honor. Una categoría más abajo, en Primera Nacional, seguía el pique sano entre Pizarrales y Construcciones Curto. Una rivalidad que terminó en 1993, cuando este último equipo —rebautizado El Adelanto de Salamanca— fue ascendido a la recién creada División de Plata. Una segunda división a la que llegaría el equipo de Pedro Calvillo en 1995, cuando el Pizarrales FS se asoció con Embutidos La Teresina para disputar, a la sombra del Sol Fuerza, dos temporadas en la segunda categoría.
Dos temporadas que cerraron el círculo perfecto construido por equipo de Pizarrales. Dos temporadas, hasta 1997, que permitieron unir en sus filas a los jugadoras míticos de la entidad, como Kaki, Sandoval o Chopi, con jugadores y entrenadores recién llegados de la máxima categoría, como Michel, Oscar, Paco Luque o Arsenio Pascual —futuro seleccionador nacional—.
Desde aquí, esperando que las fotos que acompañan este artículo sean recordadas con el mayor de los cariños —fíjense en los balones, en las pistas, en la ropa, en los guantes…—, agradezco a todos vosotros —los pioneros y las pioneras del fútbol sala— el esfuerzo y la ilusión que pusisteis para que este deporte, hoy tan engrandecido, creciera como la espuma para que nosotros —los nacidos en los años ochenta y noventa— pudiéramos disfrutarlo con todo su esplendor.
Gracias de todo corazón.
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