Por suerte para el Marqués, y para el mundo del deporte en general, los pabellones y polideportivos han dejado de llamarse Vicente del Bosque de forma sistemática. No sé si se acordarán, pero llegó un momento en el que no había semana sin inauguración de un complejo deportivo con el nombre del seleccionador nacional de fútbol. Eso terminó porque la foto ya no era tan original, y ahora se ha vuelto a imponer la coherencia entre gran parte de nuestros políticos.
El último acto de justicia viene desde Vicálvaro, donde se han rebautizado dos instalaciones deportivas con el nombre de dos impresionantes mujeres que yo (re)descubrí en mi primera investigación sobre las pioneras del deporte español: Faustina Valladolid, ciclista, y Margot Moles, atleta, esquiadora olímpica y jugadora internacional de hockey.
En esa localidad, como en muchas otras que ahora reseñaré, han entendido que las trayectorias de las deportistas deben prevalecer sobre los momentos puntuales para dotar con nombres a los centros deportivos. Del Bosque lo hizo bien, muy bien diría yo; pero ni él fue el único campeón del Mundo, ni el fútbol es el ejemplo más representativo del deporte. De hecho, los valores actuales del balompié poco tienen que ver con el espíritu amateur de su creación.
Por eso me gustó el gesto de Vicálvaro. Lo aplaudo. Igual que aplaudo las decisiones que se han tomado durante los últimos años, premiando así a nuestras deportistas más laureadas. En Salamanca, hace tiempo, dos de nuestras mujeres más influyentes ya fueron homenajeadas viendo como su nombre ofrecía esplendor a un complejo deportivo. El pabellón Dori Ruano, de Villamayor, y el parque Rosa Colorado Luengo, antigua Sindical, son dos orgullosas referencias para nuestra provincia a día de hoy.
Hay muchos otros casos. No voy a nombrar todos, obviamente, pero si voy a citar algunos de ellos para que el vulgo tome conciencia del potencial de nuestras deportistas. Lilí Álvarez y Aurora Villa, también pioneras del deporte, tienen un polideportivo y un centro de día con su nombre. Las gimnastas olímpicas María Pardo Rojo, Ana Bautista Reyes o María Martín, igualmente han sido homenajeadas con centros deportivos. Como años atrás lo hicieron en Valladolid, donde los pabellones lucen con los nombres de Miriam Blasco, Mayte Martínez y Pilar Fernández Valderrama. No son los únicos dedicados a deportistas en Castilla y León, pues las atletas Marta Domínguez y Margarita Ramos tuvieron ese privilegio en el pasado. Igual que Lydia Valentín, que dará nombre al futuro pabellón de Ponferrada.
Fuera de nuestra comunidad, la sociedad ha agradecido de la misma forma el esfuerzo y la trayectoria de otras mujeres ejemplares. Deportistas profesionales de la talla de Alba Torrents, Mireia Belmonte, Ruth Beitia, Amaya Valdemoro o la malograda María de Villota son algunas de las recompensadas con esa distinción tan honorífica.
También lo fueron otras figuras menos visibilizadas en la prensa, pero con trayectorias deportivas al alcance de muy poca gente. Observen su currículo y pregúntense si es justo tal reconocimiento. Nuria Cabanillas, oro olímpico y tricampeona del Mundo de gimnasia rítmica; Elena Benítez, triple campeona del Mundo de taekwondo y cuatro participaciones olímpicas; Sofía Toro, campeona olímpica y del Mundo de vela; Maialen Chourraut, oro y bronce en las olimpiadas así como subcampeona del Mundo de piragüismo; Loida Zabala, oro en la copa del Mundo de halterofilia paralímpica; Paqui Moreno, campeona del Mundo de jiu-jitsu; Carmen Romero Gómez, cuatro veces campeona de España de heptatlón; Mayte Andreu; Rosario Dueñas; Lorena Miranda, Laura Centoira…
Nombrar un pabellón o un polideportivo con el nombre de una deportista no lo es todo, es verdad, pero estos homenajes ayudan a visibilizar al colectivo femenino español. Un colectivo que ha obtenido veinte de las últimas treinta y cuatro medallas olímpicas —el 60%—, y todo ello a pesar de representar solamente al 21% de los deportistas federados. Su protagonismo en los últimos años, por tanto, es incuestionable; y gran parte de la culpa viene desde la dirección, ya que Ana Muñoz —exdirectora de Deportes del Consejo Superior de Deportes— desarrolló en escaso tiempo un papel esencial para el crecimiento de la mujer en el deporte español.
Ella consiguió llegar al puesto deportivo más alto de una mujer en nuestro país, e intentó que los clubes y las federaciones siguieran su ejemplo. Es verdad que solo tres mujeres han podido presidir sus disciplinas —Isabel García en salvamento y socorrismo, Hortensia Hermida en petanca, y Julia Casanueva en vela—, pero no es menos cierto que con las gestiones de Ana y su equipo —hoy le relevan Susana Pérez-Amor y Natalia Flores— el porcentaje en las directivas se ha elevado del 13% al 26% —igual que el COI y mayor que el COE—. Una cifra, exitosa y optimista, lograda en apenas tres años gracias al programa Universo Mujer del Consejo Superior de Deportes, quien únicamente ha otorgado subvenciones a las federaciones que tuvieran un tercio de hembras en su directiva.
Quizá ese no sea el método más efectivo, pero, al menos, está permitiendo que mujeres preparadas —casi doscientas— comiencen a tener responsabilidades en los despachos. Incluido el fútbol, donde Victoria Pavón, Amaia Gorostiza, Sagrario González e Isabel Tarragó presiden al Leganés, Éibar, Atlético Astorga y Llagostera respectivamente.
Está claro que el número de directivas no corresponde con las mujeres que salen de las universidades ni con el porcentaje de éxitos de nuestras deportistas, pero hay que tener en cuenta que los pasos que se están dando son de plomo. Son pequeños, pero sólidos. Igual que antes lo fueron en la parcela deportiva, donde hoy las mujeres españolas son potencia. Al menos en cuanto a medallas olímpicas y campeonatos internacionales, lo verdaderamente importante en la competición deportiva.
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