La primera vez que le enseñé a Dori Ruano una fotografía de Faustina Valladolid le causó sorpresa y, a la vez, fascinación. Tras mostrarle aquella imagen, me resultó curioso, por no decir asombroso, que una ciclista de su talla, campeona del mundo y tres veces olímpica, desconociera la historia de una de las pioneras de su disciplina. No la culpo. Más tarde descubrí, con otros deportistas, que la carencia de memoria histórica era algo común entre los profesionales. Pero Dori, extrovertida sin par, quiso conocer el historial deportivo de Tina. Cuando le explique quien era, lo que había logrado, lo que perseguía y lo que le impidieron conseguir por el simple hecho de ser mujer, creo que tuvo una impresión muy distinta. Probablemente, sus sensaciones fueron indignación y rabia. Faustina Valladolid, a pesar de competir en los años treinta del pasado siglo, no ha pasado a la historia como la primera ciclista española. Antes que Tina, hubo centenares de mujeres. Algunas a finales del XIX, como la actriz Rosario Pino, y otras durante las primeras décadas del XX, como la barcelonesa Merceditas Martí. Sin embargo, sí fue la mejor. Al menos, durante los años previos a la guerra. Faustina logró la victoria en todas las pruebas que disputó, salvo en un trofeo de 1935. En esa ocasión no pudo superar a Angelita Torres, su gran rival, y se tuvo que conformar con el subcampeonato. En esas décadas, el ciclismo practicado por mujeres se extendió por todas las urbes españolas. Tras los dos primeros campeonatos femeninos realizados en Madrid, durante 1925 y 1926, se celebraron carreras en Córdoba, Valencia —donde destacaron Elvira Masiá y Lolita Maynero—, Barcelona y otras grandes ciudades del país. Poco después, a partir de 1927, las licencias federativas de mujeres y niñas aumentaron. En la capital, destacaron principalmente Elena Montes, Cristina Pardo y Mercedes Moreno Minguito. Esta última ciclista, a pesar de sus trece años, fue la primera en disputar competiciones masculinas. Lo hizo con grandes resultados en las pruebas, por eso no es de extrañar que conquistara las primeras carreras femeninas celebradas en Madrid. En ellas, superó a deportistas de la talla de Angelita Cano y Marta González. El éxito de público en esas carreras de la capital, animó a celebrar similares pruebas en Barcelona. La primera en noviembre de 1932, en el parque de la Ciudadela, con un circuito de 14,8 kilómetros. Antonia Yáñez, María Dolores Roca y Teresa Carceller llegaron muy igualadas, y en ese orden, tras conseguir una media de 28 kilómetros por hora. La prueba, al igual que en Madrid, fue un éxito de participación y repercusión social. Después vinieron muchos más campeonatos. En ellos, además de la citadas mujeres y de Adela Funalleras —que disputaba carreras masculinas de fondo—, surgieron otras ciclistas de gran nivel como Josefina Vidal, Antonia Liarte o Raquel Conesa —que también disputaba carreras de fondo con medias de 30 kilómetros por hora—. En 1935 la afición ciclista en Madrid seguía latente, aunque la presencia femenina se reducía a escapadas individuales por falta de equipos. A principios de año, un grupo de mujeres, que acudían cada domingo a la dehesa de la Villa, decidieron crear la primera sociedad ciclista exclusivamente femenina. El club se llamó AS, por la simpatía que tenían a la revista deportiva. Después, tras vincularse a la Federación, realizaron nuevas carreras en la capital. Entre las socias fundadoras estaban las hermanas Ángeles, Esperanza, Luisa y Carmen Carmona, que eran hijas de un industrial fabricante de bicicletas, así como una quincena de mujeres, la mayoría de ellas familiares o novias de ciclistas, de las cuales destacaban Consuelo Torres, Basilisa Mejorada, Carmen Piqueras y, sobre todo, Faustina Valladolid. Por aquella época, los medios de comunicación se hicieron eco de las ciclistas. Sobre todo de Tina, quien utilizaba a diario su bicicleta para desplazarse al trabajo. Eso propició uno de los primeros desafíos públicos: la prueba de Alcalá de Henares, con el duelo entre la primera ciclista con licencia, Mercedes Moreno, y la nueva promesa de la capital, Faustina Valladolid. Resultó vencedora la joven Tina Valladolid, al igual que en las sucesivas carreras. En la de El Pardo, de 15 kilómetros de distancia, superó a Angelita Torres y a otras 24 ciclistas. Una prueba en la que la estrechez de la calzada y la aglomeración de público dieron lugar a numerosos incidentes, provocando que la victoria fuera conseguida con una escasa media de 27 kilómetros por hora. Un año después, las ciclistas de As se separaron y se asociaron a otras entidades federadas de la capital; el Club Ciclista de Chamartín de la Rosa, el Club Ciclista Ventas y el Velo Club Portillo. Este último se llevaba la palma en cuanto a número y calidad de las deportistas, porque bajo su banderín corrían las campeonas Angelita Torres y Faustina Valladolid. Llegados a este punto, tenemos que decir que la afición al ciclismo de Tina vino por fuerza. Por la fuerza del amor. En abril de 1936, ya enrolada en las filas del Velo Club Portillo, se casó con el ciclista Demetrio Acero, un corredor de los buenos. Años antes, cuando eran novios, Tina tuvo que tomar una decisión importante. Su marido, que debía entrenar, no pasaba a su lado ni un solo domingo, y ella, para no aburrirse, comenzó a montar en bicicleta en busca de su compañía. Después, vino la afición por el deporte. Tanto gusto le cogió a la máquina, que comenzó a llevarla a su trabajo. Faustina, pulidora en un taller, comenzó a recibir alabanzas sobre su cualidades físicas, por lo que tomó parte en las carreras citadas y en otras muchas más. Tina, junto a su marido y a otros compañeros masculinos del club, realizó después de la boda la prueba de los 100 kilómetros, obteniendo una media de 30,7 kilómetros por hora. Velocidad, que muchos de ellos no lograron alcanzar. A raíz de esa prueba, los responsables de su club intentaron que la licencia de Faustina tuviera validez en el circuito masculino. La inscribieron a mediados de 1936 en la VIII Vuelta a Madrid. Sin embargo, cuando iba a realizar su gran aspiración de correr en una prueba seria, el ente federativo, la Unión Velocipédica Española, no la dejó tomar parte en la prueba. De forma machista, por temor a una buena clasificación, le negaron la licencia para disputar el premio. Situación que no había ocurrido años antes con Mercedes Moreno, Adela Funalleras o Raquel Conesa. Faustina Valladolid, que llevaba dos años compitiendo al máximo nivel, declaró en la prensa su intención de abandonar el ciclismo por la injusticia federativa: No hay derecho a esto. Temen que una mujer les zumbe. Yo no soy aquí ni más ni menos que otro socio. Y como no me dejen correr esta Vuelta, se van a acordar de mí. ¡Por éstas! ¡Qué egoístas son los hombres! ¿Hay alguna razón para dejarme a mí sin dorsal en esta carrera? ¡Que no, hombre, que no! Eso hay que arreglarlo, por las buenas o por las malas. Yo soy tan corredor como otro cualquiera. Su club, intentó apaciguar los ánimos organizando un nuevo campeonato femenino a finales de julio de 1936. Sin embargo, el comienzo de la Guerra Civil provocó el retraso de esa y de todas las carreras. Con la victoria del bando sublevado, se desaconsejó la bicicleta para la mujer y se suspendieron todas las pruebas femeninas hasta los años setenta.
Miedo a las pedaladas femeninas
Actualizado: 23 feb 2018
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