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Foto del escritorJorge García García

La heredera de Milón de Crotona

Actualizado: 22 feb 2018


Lydia Valentín tras lograr el campeonato del Mundo en 2017. Fotografía de Isaac Morillas



Para degustar el artículo, los lectores tienen que conocer que el levantamiento de peso, base de los demás deportes por la musculatura que proporciona, es disciplina olímpica desde la primera edición de los Juegos modernos, en 1896. Aunque también deben saber que la competición femenina no llegó hasta el siglo XXI. Por lo tanto, tuvieron que pasar más de cien años para que las mujeres pudieran desarrollar, conjuntamente, velocidad, coordinación, potencia y flexibilidad en estado puro. Un siglo de espera para que las hembras de todo el mundo emularan a Milón de Crotona, el deportista más laureado de la Grecia Clásica y convertido hoy en leyenda tras mejorar su fortaleza física levantando a pulso terneros recién nacidos. Una centuria aguardando para que ellas repitieran las gestas de Milón en los Juegos Olímpicos, Píticos, Nemeos e Ístmicos. Hace ya mucho tiempo, casi una década, me gustaba motivar a mis jugadores con videos antes de los partidos. Por aquellas fechas los tenía de todas clases; pero siempre guardaba uno muy especial para las ocasiones espinosas. Se trataba de un montaje, con fotos y textos, donde enumeraba las cualidades y virtudes que debe poseer un deportista para rendir al máximo nivel en la competición. La protagonista de esa presentación no era otra que Lydia Valentín, halterófila de veintitantos años que aspiraba a medallas internacionales. Ninguno —o casi ninguno— de mis pupilos sabía entonces de la existencia de la joven rubia, pero se quedaban extasiados cuando les narraba, paso a paso, la disciplina y el autocontrol de la berciana antes de elevar la haltera sobre su cabeza. Les explicaba la importancia de la concentración, la visualización y la respiración; en definitiva, les exponía la trascendencia de los pequeños gestos y detalles que diferencian a un deportista común de un campeón. Ahora, pasado el tiempo, la deportista de muñequeras rosas es la halterófila más laureada de la historia. Ha seguido los pasos de Milón, vencedor del periodonikēs, para convertirse en campeona de Europa, campeona del Mundo y triple medallista olímpica —oro, plata y bronce—. Para lograrlo, necesitó la ayuda y la valentía de compañeras como Josefa Pérez Carmona, Mónica Carrió Esteban, María José Tocino, Estefanía Juan Tello, Tatiana Fernández Blázquez, Gema Peris Revert o María de la Puente Álvarez, quienes, saltándose todos los prejuicios machistas de los años noventa, decidieron competir junto a ella para que España nunca dejara de asistir a una cita olímpica desde los Juegos de Sídney. Hace muy poco, en un documental sobre la historia del deporte español, me preguntaron sobre la importancia de la atleta Carmen Valero. Sin poder evitarlo, contesté que la campeona del Mundo de campo a través simbolizó en su momento lo mismo que Lydia a día de hoy. Ambas se convirtieron en las mejores del planeta sin haber tenido una referencia previa en nuestro país, y ahí es donde radica la importancia de la leonesa en el futuro de la halterofilia. Reconozco que Lydia, por su autosuperación, es mi debilidad; es la única deportista a la que sigo en las redes sociales. Y lo llevó haciendo casi una década, desde que tenía menos de cien seguidores, pues cada día me sorprende con un entrenamiento más duro que el anterior. Ese es el motivo por el que siempre la menciono como ejemplo a seguir. De hecho, acostumbro a nombrarla por su progresiva e insaciable trayectoria deportiva y por su natural comportamiento humano. Lydia, con 200.000 seguidores, es el motor que debe guiar a las setecientas mujeres que practican el levantamiento de peso en España. Un cometido que le corresponde llevar a cabo por haber cautivado, en apenas unos años, a los medios de comunicación, a las marcas publicitarias y a los estamentos federativos; consiguiendo que todos ellos inviertan dinero en la halterofilia. Gracias a su esfuerzo y a su dedicación exclusiva —obtenida con sudor y lágrimas—, las nuevas promesas como Irene Martínez, Atenery Hernández, Nerea Fernández, Alba Sánchez, Emma López o Irene Blanco están disfrutando de su deporte como nadie hubiera imaginado décadas atrás. En nuestra provincia, que siempre ha estado a la vanguardia, tenemos la gran suerte de contar con prestigiosos clubes deportivos: Universidad de Salamanca, subcampeón de la copa del Rey, y Halter Tormes, nacido a principios de siglo para potenciar la base, son dos de los más importantes de la comunidad. En ellos se cobijan medio centenar de practicantes. Una cifra que no es casual, pues Constantino Iglesias Rodríguez —presidente de la Federación Española— lleva nutriendo este deporte en la capital del Tormes desde mediados de los años sesenta, cuando las halteras se levantaban en el gimnasio del Botánico —actual facultad de Geografía—. Ese número de halterófilos y el impulso de Lydia, desmitificando a base de arrancadas las absurdas teorías higienistas del siglo pasado, han permitido que Salamanca cuente ahora mismo con una decena de jóvenes levantadoras. Iris Sánchez Pinto, subcampeona de España junior e integrante del equipo nacional de dicha categoría, es la mejor posicionada en el ranking absoluto, habiendo logrado grandes resultados en la difícil categoría de menos de 75 kilogramos —incluidos oros regionales—; pero por debajo vienen empujando fuerte la juvenil Iria Tardáguila Martín —presea de bronce en 2017— y la infantil Ángela Díaz Sánchez, todas ellas entrenadas con templanza, tres días a la semana, por Miguel Ángel Rodríguez Cenzual. Muy pronto, cuando la sociedad comprenda que este deporte es completísimo y apenas lesivo, otras jóvenes se sumaran al levantamiento de pesas; pues las niñas de hoy han crecido viendo en la prensa y en la televisión a la heredera de Milón de Crotona. Tendrán la referencia de Lydia Valentín, la única deportista española que ha logrado metal en tres Juegos Olímpicos consecutivos.

Y queda Tokio 2020, que será la apoteosis.

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