Por desgracia para la sociedad, todavía escucho comentarios del tipo “el deporte femenino no atrae”, “el deporte femenino tiene menos calidad” o “el deporte femenino no genera dinero”. Y cuando lo oigo, pienso que quien pronuncia esa frase poco o nada sabe del deporte, de las deportistas o de su gestión. Hace bien poco, a raíz de sendas vueltas ciclistas a Valencia, se justificaron en Twitter y Facebook las diferencias salariales entre ciclistas masculinos y femeninos amparándose en la generación de publicidad de ambos. Allí, en la red, se insistía una y otra vez que las deportistas no pueden ganar dinero ni ser profesionales porque no son capaces de atraer la inversión privada que consiguen los hombres. A todos ellos les invito a que vengan a Salamanca. Aquí les espera el Perfumerías Avenida, líder en cuanto a modelo de gestión entre los clubes deportivos netamente femeninos, y ejemplo a seguir si hablamos de éxito prolongado en el tiempo. Un club de baloncesto, con más de veinticinco años de historia, que ha conseguido lo imposible para reventar las normas establecidas por la sociedad española. ¿Y cómo? Basándose en tres pilares básicos —inversión privado, equipo profesionalizado y afición involucrada— pero interrelacionándolos entre sí para que los engranajes estén conjuntados a la perfección; retroalimentando unos a otros y consiguiendo con ello que la mujer deportista atraiga, tenga calidad y genere beneficios para el inversor. A día de hoy, el Perfumerías Avenida es el equipo femenino de baloncesto más laureado de España —treinta y una veces campeón regional con los equipos de base, cinco veces campeón de liga, nueve veces subcampeón; siete veces campeón de copa, seis finalista; siete veces ganador de la supercopa española; una vez vencedor de la supercopa europea; y, sobre todo, campeón y subcampeón de la Euroliga, máxima competición continental—. Unos títulos que deben mirarse con lupa, pues la mayoría de ellos se han conseguido en la última década. Coincidiendo con la llegada de inversión privada a la entidad deportiva. Y por qué digo esto; porque el dinero, nos guste o no, es la mejor —no la única— manera de conseguir éxitos en el deporte profesional. Y las razones son muchas. El Perfumerías Avenida, asentado en Würzburg, ha llegado a la cúspide del baloncesto siguiendo los pasos deportivos de sus predecesores —Universidad de Salamanca y Halcón Viajes—, pero difícilmente lo hubiera logrado sin el apoyo económico que ha recibido de su principal patrocinador. Al menos eso pienso yo, uno de los pocos aficionados que íbamos a ver a las rojas en el pabellón de La Alamedilla durante los años noventa; en los tiempos del Costa Naranja y la copa Ronchetti, cuando casi ninguna jugadora tenía contrato profesional. Pero el siglo cambió, y con él la manera de entender el deporte en Salamanca. En aquellas fechas, extintos Sol Fuerza y CBS —y con una mediocre UDS—, los aficionados charros comenzaron a seguir fervorosamente al equipo femenino de baloncesto, el único de toda la ciudad que continuaba en primera división. Y no solo ellos, sino también una de las empresas que colaboraban en un segundo plano: Perfumerías Avenida, que decidió apadrinar al equipo e invertir una gran cantidad de dinero para el desarrollo integral del club salmantino. La primera decisión, la más arriesgada, fue la contratación de Shannon Pee Wee Johnson, la mejor base del mundo. Una estrella reconocida internacionalmente que, aunque se llevó medio presupuesto, permitió poner a Salamanca y al club en la órbita del baloncesto europeo. Un movimiento que generó no solo mayores ingresos publicitarios, sino la posibilidad de que grandes jugadoras ficharan por un club que hasta entonces había sido semiprofesional. Ese hecho, unido a la buena gestión del club —trabajando sin descanso para crear proyectos con criterio y sensatez—, dio lugar a la contratación de nuevas jugadoras de reconocido prestigio. Pronto, en apenas unos meses, se corrió la voz entre las deportistas y no tardaron en llegar a la ciudad estrellas tan importantes como la decisiva Tamika Whitmore, estrella de la WNBA, o Nuria Martínez, la jugadora con mayor proyección del país. Con ellas, y con el carácter luchador del resto de jugadoras —seña de identidad del club desde el ascenso en Vitoria—, se consolidó el arriesgado proyecto económico de la familia Recio Flemmich, principales inversores de la entidad, y se obtuvo el primer hito histórico del club: doblete —liga y copa, ante el todopoderoso Ros Casares— y acceso a las semifinales europeas —derrota ante el Spartak de Moscú, futuro campeón—. Podía parecer suerte, pero no. Detrás de esos logros había una estrategia calculada hasta el último detalle, llevando cada parcela del club hasta los máximos niveles de perfección —sobre todo en la elección de técnicos—. El cambio de nomenclatura en el club no vino solo. Además del color, que pasó a ser el característico azul de la empresa de droguería, se comenzaron a realizar significativas modificaciones en la gestión deportiva, consolidando al equipo a nivel nacional e internacional. Tal fue el crecimiento del ambicioso proyecto —en lo económico, en lo deportivo y en lo social—, que Salamanca fue escogida para celebrar la final a cuatro del campeonato de Europa de 2009 por el impulso que había dado al baloncesto en la sociedad española. Y en este punto cabe citar a otro de los elementos claves del éxito azulón: la modélica afición, pieza fundamental para que el equipo de baloncesto se convirtiera en la referencia a seguir en el deporte femenino español. Miles de personas —más de 3.000 socios anuales y otros tantos seguidores— han apoyado el proyecto con su aliento desde hace años, y han hecho del club su segunda familia; una implicación que retroalimenta a la directiva, al equipo técnico y a las jugadoras. Un compromiso que se puede observar cuando deportistas de muchísimo nivel han declinado importantes ofertas económicas de otros países para venir a jugar a Salamanca, a un club serio, consolidado y con una afición tan exigente como agradecida. Por eso el modelo de organización del Perfumerías Avenida, con la inversión de una empresa creativa, ambiciosa y expansiva, es digno de imitación si se pretende conseguir éxito en el deporte femenino. Hoy día, el club de baloncesto charro es la institución deportiva más robusta de Castilla y León. Y no solo en cuanto a gestión, mejorada constantemente a pesar de las desavenencias de los entrenadores que dejan el banquillo, sino también en lo referido a la repercusión social, con una vasta cantera sustentada gracias al resto de patrocinadores. La mayoría de ellos atraídos por la publicidad que genera en los medios de comunicación una entidad de tales dimensiones. Y aunque es verdad que cada vez es más frustrante la diferencia de presupuesto que hay entre Perfumerías Avenida y los equipos del este de Europa —4.000.000 €—, no es menos cierto que el conjunto charro —con una plantilla totalmente profesional y en seminales de la Eurocup— sigue compitiendo con ellos en un momento en el que la liga española está al borde del abismo por la falta de patrocinadores privados. Cabe recordar que muchos clubes están desapareciendo, algunos tienen problemas para pagar a sus jugadoras, y otros no pueden formar plantilla sin recurrir a adolescentes del filial que no perciben salario. Dicen que dinero atrae dinero. Pues una buena forma de acabar este artículo es explicando que invertir en deporte femenino, y llenar pabellones, puede conllevar beneficios extraordinarios para el empresario. El grupo comercial de la familia Recio Flemmich, que comenzó a extenderse por España poco antes de su entrada en el club de baloncesto, ha facturado en los últimos años cientos de millones de euros, permitiendo así una expansión por Andalucía, Levante, Galicia, Extremadura, Cantabria, Asturias y Navarra. Un legado que le ha permitido establecer más de 200 tiendas por 86 municipios de 10 comunidades autónomas distintas, y que le ha situado entre los primeros puestos de las empresas dedicadas al sector. A la altura de Chanel o Loewe. Y algo, aunque sea muy poco —lo equivalente al presupuesto anual—, se ha generado gracias a la confianza ocasionada por los éxitos deportivos y sociales del laureado club de baloncesto. Como hubieran dicho los romanos, do ut des. Te doy para que me des.
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